16.10.06

Algún día la ternura moverá el mundo (Segunda parte)


Atención a la campaña Free Hugs (Abrazos gratis) llevada a cabo en Australia por Juan Mann.
Esta campaña, que ha calado hondo en diversos países occidentales durante los últimos años llegó de Taiwan. Yu Tzu-wei, un estudiante de 22 años de la Universidad Nacional de Taiwan de Ciencia y Tecnología, recorrió el centro de Taipei un sábado ofreciendo abrazos gratuitos a desconocidos. Sosteniendo un cartel donde se podía leer "Abrazos gratis", Yin se aproximaba a los transeúntes preguntándoles si les importaba que les brindara aquel gesto. Mientras la mayoría de la gente le ignoraba o huía, alguno aceptó su abrazó y se alejaba sonriendo. Yu afirmó que le gustaría poder abrazar a cada uno de los habitantes de Taiwan para difundir el mensaje de paz y construir una sociedad armoniosa. Ese sábado, Yu abrazó alrededor de 200 personas. Por ese ratio, le llevaría 315 años abrazar a los 23 millones de personas que habitan Taiwan.
Puede que si cada uno de los habitantes del mundo le echáramos una mano simplemente abrazando a la persona que tenemos al lado, sea posible acercarnos un poco más a aquel mundo ideal que cantaba Jonh Lennon. La música es de Sick Puppies.

14.10.06

Algún día la ternura moverá el mundo

Escribía Arturo Pérez Reverte un artículo el pasado 2 de octubre sobre un hecho que no nos deja indiferentes. Sobre la ingenuidad y la dureza, la subsistencia y la ternura. Un hecho que acontece en la capital gaditana, pero que puede pasar en cualquier lugar del mundo, porque los niños son víctimas en todas partes, y la semilla de nuestro futuro. Procedo a la trascripción íntegra del mismo, porque merece la pena.

Cádiz. Última hora de la tarde. Calle casi desierta, a excepción de David, hijo de mi amigo el artista gaditano, especialista en reconstrucción de uniformes históricos, Miguel Ángel Díaz Galeote. David, que tiene catorce años, acaba de salir del colegio y espera sentado en la parada el autobús que lo lleve a casa. Pasa algún coche de vez en cuando. Al rato, atento a la llegada del transporte, ve acercarse una bicicleta desde el extremo de la calle. Sin prestarle atención, sigue hojeando los apuntes que tiene sobre las rodillas, porque dentro de tres días hay examen y lo lleva crudo. Mientras tanto, despacio, la bici llega hasta él. David levanta la vista y comprueba que se ha detenido y que, apoyado en el manillar, lo observa un chico un par de años mayor que él. Uno de esos pishas gaditanos de toda la vida: moreno, escurrido de carnes, pantalones de chándal y camiseta del Cai. El recién llegado lo mira muy fijo. Tiene el aire clásico de los zagales duros de allí. Así que David, pese a ser un crío tranquilo, se mosquea un poco.
–Dame er dinero, quiyo –dice el de la bicicleta.


Los pocos coches que pasan no se percatan de la situación; y aunque así fuera, que se detuvieran es otra cosa. David, que no tiene un pelo de cobarde, tampoco lo tiene de chuleta, ni de tonto. Sabe que allí solo, frente a uno de dieciséis años, va listo. Indefenso total. Así que lo mira a los ojos, procurando no mostrar más preocupación que la justa.
–Sólo llevo un euro –responde–. Para el autobús.

Habla con la calma de quien dice la verdad. El otro lo mira de arriba abajo, despectivo, apoyado en el manillar. Por un momento, David piensa en el reloj que lleva en la muñeca, regalo de sus padres. Espero que no le dé por quitármelo, se dice. Pero al otro sólo le interesa el metálico.
–Vacíate los borsiyos.

Resignado a lo inevitable, David obedece. Deja los apuntes en el suelo y se levanta. Su único capital, el solitario y patético euro, reluce en la palma de su mano. Sin dejar la bici, el otro se apodera del botín. Luego se aleja pedaleando tranquilamente, haciendo eses por la calzada. David suspira, coge sus apuntes y echa a andar por la acera, en la misma dirección por la que se aleja el precoz chorizo que acaba de arrebatarle su capital. Media hora hasta casa, calcula. Algo menos si camina deprisa. A trechos se sorbe un poco la nariz. No está avergonzado –es un chaval sereno y sabe que la vida es así–, pero siente picado el orgullo. Si el otro hubiera tenido su edad, el euro habría tenido que quitárselo a golpes, si se atrevía. Pero las cosas son lo que son. Así que aprieta el paso, inquieto porque llegará tarde a cenar y su madre estará preocupada.

–¿Aónde vas, quiyo?
El joven atracador, que al volverse a mirar atrás lo ha visto caminar, acaba de describir una curva con la bicicleta y ahora pedalea a su altura, mirándolo con curiosidad. Sin aflojar el paso, ceñudo, David responde.
–¿Dónde voy a ir? A mi casa.
–¿Andando?–Me has quitado el euro.
El otro se queda pensando. Luego le pregunta dónde vive, y David se lo dice. En la calle tal, número cual. Durante un trecho, el pisha sigue pedaleando a su lado, el aire reflexivo, mirándolo de reojo. De pronto frena.
–Sube, quiyo. Que te yevo.
–¿Qué?–Que subas, oé.

Y entonces, David, con la naturalidad de sus benditos catorce años, se instala en el único asiento de la bici y se agarra a los hombros del choricillo, que, de pie sobre los pedales, sin sentarse, lo lleva tranquilamente por la avenida, durante diez o doce minutos, hasta la puerta misma de su casa.
–Gracias –dice al bajarse.
–De nada, quiyo.
Y el joven atracador se aleja muy digno, pedaleando. Dicho en una palabra: Cádiz.

21.9.06

Para los nostálgicos, y los curiosos

( Diseño de Marimekko, Finlandia)
Esta vez quiero recuperar tiempos mejores y volver la mirada atrás, a aquellos meses de aventuras y desventuras en una tierra desconocida para mi, y que tenía tanto que ofrecer. Cuando paso un rato navegando por la red y encuentro páginas como la que hoy os presento me doy cuenta de que la vida continua, y que la gente sigue teniendo inquietudes, y que saben sacar provecho de ellas, y me alegro. Porque pensamos que nuestras historias son sólo nuestras, y es cierto, lo que hemos vivido nosotros no lo podrá vivir nadie más. Pero también es verdad que otros aspectos se pueden compartir, como los espacios. Y por eso me complace ser un pedacito de esa tierra, de sus gentes, de su comida y sus espectáculos. De sus paisajes inolvidables y de su clima extremo. De haber tenido al alcance de mi mano la posibilidad de sentirme uno de ellos.
En esta ocasión, un chileno se va a vivir a Finlandia, nada menos que al otro lado del mundo, y nos ofrece un análisis exhaustivo de toda su cultura. Nos pone en bandeja su pequeño mundo. Y algunos por nostálgicos, y otros por curiosidad, nos dejamos embriagar por su belleza.
(A mis padres)

7.8.06

Un arte para ser sentido


Francesc Ruiz no sabía, cuando dibujó su primer cómic, que aquella afición podría sacarle las castañas del fuego en el futuro, que podría subsistir gracias al dibujo, al cómic, a las artes... Tampoco sabía la primera vez que pisó la costa gallega que se enamoraría de ella, y que en su cabeza comenzaría a formarse la idea de llevar a cabo un proyecto, que podría acercarse a la ciudad de A Coruña de forma subjetiva a través del lápiz, y del papel...
Es una persona apacible, tranquila, pero con ganas de comerse el mundo, como cualquier joven. Cree en si mismo y en lo que hace, y le gusta enseñar lo que sabe a los demás, quizá por eso se muestra sorprendido al no ver tanta pasión del otro lado de la balanza. Pero el arte es así. Se ha hecho para ser sentido, no para ser comprendido; por esto, cada vez que se quiere hablar de él con la inteligencia, no hace más que decir necedades. No le faltaba razón a Rémy de Gourmont, escritor y crítico francés y uno de los principales exponentes del simbolismo. Ahora, también hay que decir que fue expulsado de la Bibliotèque Nationale de Paris por su escaso patriotismo en uno de los artículos publicados en Le Mercure de France, diario fundado por él mismo en 1890. Lejos de ser críticos con nadie- quien esté libre de pecado que tire la primera piedra- la frase nos viene al pelo. Sin embargo, hay que asomarse al universo de Ruiz para compartir su interpretación de los espacios urbanos, todos lugares donde habita, para empaparse de su espíritu, de su alma, y luego volcarlo ante el papel en blanco, sin el temor de todo artista al lienzo sin contenido, vacío, porque enseguida lo llena para dotarlo de sentido.

1.8.06

Fragilidad


Acababa de llegar a la ciudad. Sola, por primera vez, sintió lo que significaba la palabra fragilidad, el alma de un gorrión en las manos de un gigante. Iba sin rumbo fijo, amparada por la multitud que la arrastraba, preguntándose si aguantaría mucho en aquella maraña de edificios vacíos, de calles abarrotadas, señales de prohibido y ruido, mucho ruido… la inquietud que experimentaba la gente de su alrededor no acompañaba los latidos de su corazón, a punto de aletargarse. Una paloma pasó por delante sin percatarse de ella en su alborozado vuelo. La vio dirigirse hacia un callejón apartado. Sin pensarlo la siguió, creyendo que sería mucho mejor perderse en el silencio. Y entonces la encontró, sentada en un banco destartalado. Las nubes corrían con miedo en el cielo, apuradas por el viento que las perseguía. Llovía. Era un hada disfrazada de anciana. Ella continuaba sentada, serena, en su banco. A su alrededor, cientos de palomas se dejaban mimar. Con cariño, les ofrecía pan mojado, alimentando sus frágiles cuerpecillos. De nuevo esa palabra en su mente. Permaneció incontables minutos mirándola, empapándose de su ternura, de sus arrugas, de su experiencia olvidada, compartiendo aquel momento, envuelta en humedad, mientras su corazón comenzaba a latir de nuevo. Las aves revoloteaban, tropezaban entre ellas por un pedazo de alimento, el tiempo se paró sólo un segundo.
Justo encima de la mujer, apenas adivinado en un balcón con flores marchitas por el descuido de alguien, un cartel anunciaba su alquiler. Y lo supo. Aquel sitio era suyo, ya tenía nombre, allí sería feliz, sería capaz de curarse de ausencias, de no volver a echar de menos, a ser ella misma. Se acercó a la puerta con la intención de llamar… y tímidamente, comenzó a salir el sol.

19.5.06

Un remanso de tranquilidad


Caía el sol y esperábamos sentados en el muelle la llegada del ferry que nos llevaría a la siguiente isla. Un bote de tónico astringente se había desparramado por mi bolsa por lo que saqué la ropa con la esperanza de que secara con los últimos rayos de sol de la tarde. Massimo y Lorenzo pensaban qué podían contar en las postales que jugueteaban entre sus dedos, y Dulce revisaba las fotos tomadas momentos antes, las palabras flotaban distendidas mecidas por una leve brisa...
Yo les miraba y sonreía tontamente, y les amaba en silencio. Me sentía más unida a ellos que nunca y también me consideraba afortunada por ser yo la que se encontraba allí, en aquel lugar, en aquel preciso instante. Los días anteriores habían sido increíbles, pero ahora me daba cuenta de lo feliz que era, disfrutando únicamente de su compañía y divagando sobre lo que aún nos quedaba por compartir...

6.4.06

Una alternativa al alcance de todos


Esta revista nace de la iniciativa de unos cuantos amigos inquietos y con ganas de hacer algo por la cultura de este país. Periodistas y artistas que aprovechamos este espacio al margen de nuestras labores profesionales para dar rienda suelta a nuestra fantasía a favor de la fotografía, el cine, la escultura, pintura, moda, diseño, música, teatro, danza y todo tipo de forma artística que se precie. Una experiencia que nace con la ilusión de dar voz a aquellos que lo merecen, por su esfuerzo y por su trabajo constante. También abrimos una ventanita a los que quieran mirar con otros ojos lo que ocurre fuera de nuestras fronteras, sentirse ciudadanos del mundo y como no, brindamos la oportunidad de aportar lo que cada uno considere de su interés.

A través de variadas entrevistas y artículos pretendemos dar la palabra al propio creador, al artista que tantas veces queda solapado tras su propia obra, para mostrar así su lado más intimista y relajado.

Porque lo importante es sentirse bien a través de tu trabajo y saber expresarlo a los demás. Espero que lo hayamos conseguido. Bienvenidos...

29.3.06

Galegos na diáspora, (1989-2005), en Santiago de Compostela hasta el 30 de abril

El fotoperiodista vigués Delmi Álvarez invita al espectador a realizar un recorrido por la emigración gallega a través de un exhaustivo trabajo documental compuesto, desde el compromiso y la sensibilidad, por 85 imágenes que ha titulado ‘Galegos na diáspora’.
Desde 1989 hasta 2005, Delmi Álvarez recorrió los cinco continentes en una búsqueda incansable de gallegos y gallegas, de todas las clases sociales, que en algún momento de su vida se vieron obligados a perseguir una experiencia vital fuera de su hogar.
Entre 1989 y 2003 se dio una vuelta por los países europeos. Allí se encontró a Ramón Chao, padre de Manu Chao, miembro de Mano Negra. Trabaja en Radio France y le gusta tocar el piano en su casa, situada frente a Le Monde Diplomatique, diario donde ejerce su profesión el oriundo de Redondela (Pontevedra) Ignacio Ramonet.


En 1990 cruza el charco y se planta en América, de norte a sur continua su búsqueda, en esta ocasión emigrantes que mantuvieron el espíritu de la cultura gallega en el exilio: Castelao, Valentín Paz Andrade, Luís Seoane.
En los años 92 y 93 se centró en Oceanía, Oriente y Las Indias, cuando la nueva emigración gallega llegaba a Australia, tierra de eucaliptos y canguros, para comprar un prado donde pacieran sus vacas o levantar un restaurante. Manuel Muñiz se dedica en Sydney junto a su mujer a criar galgos para carreras. Sueña con volver algún día a su tierra.
Para terminar se acercó al continente negro (2001-2005) tras la pista de marineros, médicos de organismos humanitarios, misioneros y aventureros y se encontró un lugar donde los fugitivos de la justicia pueden vivir tranquilos. Nadie los va a ir a buscar allí. Y gente de paz: Pepe Peña (San Vicente, Islas de Cabo Verde); Alfonso Espiña (Bata, Guinea Ecuatorial); Alejandro Alonso (Dakar, Senegal).


Atrapó este éxodo social en miles de anécdotas escondidas en sus cuadernos de viaje, fotografías, testimonios, amistades, culturas, charlas ante ojos desconcertados de sus paisanos por la posibilidad de servir de ejemplo a los que hoy se paran ante las imágenes de Delmi Álvarez. Historias reales que nos llenan de orgullo, por un trabajo bien hecho y por sugerirnos una reposada visión crítica sobre este complejo fenómeno que marcó tan definitivamente la identidad del pueblo gallego

8.3.06

Rojo sobre mojado

Era una noche lluviosa, faltaban pocas horas para amanecer y ya nada nuevo podía suceder de camino a casa, o al menos eso pensaba ella. Las horas previas habían discurrido entre risas, copas y dosis de humor a raudales, quizá hacía tiempo que no se reía con tantas ganas, y con tanta despreocupación. No pasaba por una buena época y su cuerpo, frágil y enfermizo, se resentía por ello. Decepción, falta de ilusión, desidia, mucha tristeza, melancolía infinita en sus ojos, en su mirada, rictus serio y ausencia de sonrisa.



Pero esa noche se había olvidado de todo, a un lado los problemas, pensaba que podría comerse el mundo, y en cierta manera lo consiguió. No esperaba nada más cuando salió del último local; aún llovía, se puso la gabardina roja por encima de la cabeza y salió apresurada en dirección a la seguridad del hogar. Aún no había torcido la primera esquina cuando oyó una voz detrás que la invitba a detenerse un minuto. Sin siquiera girar la cabeza hizo caso omiso a su interpelador y siguió caminando calle abajo, pero el individuo casi le pisaba los talones:
-Disculpa, perdona que te moleste pero yo te conozco.

La muchacha le oyó claramente, y por no ser descortés con alguien que a lo mejor conocía, se giró y escudriñó la cara del misterioso caballero. Su sorpresa fue mayúscula:
-Siento abordarte así, pero te he visto salir corriendo y no sabía si tendría otra oportunidad de hablarte.
-Perdona, pero creo que no nos conocemos.
-Tú a mi no, pero yo te veo pasar todas las mañanas, a las ocho y cuarto, por delante del estudio de arquitectura de la calle Richelieu. Debes de trabajar cerca.
-Vaya, pues es cierto, trabajo un poco más arriba. ¡Qué curioso¡
- Es muy gracioso verte pasar cada día con la bufanda tapándote la cara, únicamente dejando adivinar el color de tus ojos…

La situación era surrealista, nos parece que estamos en el mundo por estar, que nadie se percata de nuestra existencia, y sin embargo, puede que para alguien seamos importantes, al menos algo que irrumpe en su monotonía diaria. Poco menos que boquiabierta, la muchacha observaba atónita al osado desconocido. Era la primera vez que le pasaba algo similar, y se sentía cómoda. Decidieron ir a tomar algo a alguna cafetería que estuviera abierta a esas horas de la noche, pero la búsqueda fue infructuosa. Excusa de más para conocerse mientras paseaban por las callejuelas mojadas de Vetusta.

Aquella inmensa oficina siempre le había llamado la atención. Veía entrar y salir continuamente a gente distinta, o al menos cada cierto tiempo, se preguntaba si sería un local donde impartieran clase de materias técnicas, pero el misterio se adueñaba de ella cada vez que pasaba por delante. La Arquitectura es un mundo al que se había sentido unida desde joven, sus mejores amigos eran arquitectos y le apasionaba fotografiar estructuras llamativas por uno u otro motivo. Dar funcionalidad a una bella envoltura no era tarea fácil.

Él era ingeniero, y el estudio para el que trabajaba gozaba de cierto prestigio en el sector. Procedía del País Vasco, había vivido en Londres, en Lisboa, y hacía dos años que había aterrizado en la pequeña villa marinera. Deseaba probar suerte en un pueblo pequeño, más acogedor que las grandes ciudades donde siempre se había sentido extranjero. Sin embargo, hacía unas semanas que barajaba la idea de volver a internarse en la jungla cosmopolita de la capital del Mediterráneo. Trabajaba con un equipo de noventa personas, entre ingenieros, arquitectos, aparejadores, delineantes… y estaban llevando a cabo proyectos de solera en la comunidad.
Tampoco se daba cuenta mientras conversaban que aquella noche supondría un giro de noventa grados en el transcurso de su destino...

16.2.06

Sólo con el tiempo...

(Nota de Morfeo: Este pequeño ensayo llegó a mis manos casi como un regalo. Quiero compartirlo con vosotros, y que cada uno saque sus propias conclusiones.)

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...

Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende.

(By Carina Berlingeri)


Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás deseando no volver a verla.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistadas falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar... cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.

Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido.

Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo...