6.7.12

Un alto en el camino


Salió de casa sin plan establecido, era temprano y hacía calor, no había dormido bien. En la calle no asomaba ni un alma. Sólo el canto de algún pájaro extraviado o el borbotar de las fuentes rompían la calma. Sin darse cuenta, el bosque ya la rodeaba sin posibilidad de dar marcha atrás, obligándola a caminar mientras hilos de sangre brotaban entre los dedos de los pies. 

Casi sin resuello, pareció distinguir luz al final de la arboleda. Las raíces y el musgo comenzaron a mudar de color, se tornaron arena, la brisa revolvió su cabello y el olor a sal abordó su olfato. El espesor del bosque desapareció poco a poco mientras ante ella emergía un paisaje de postal.

No tuvo más remedio que abandonarse a su suerte, dejarse llevar por la magia de las olas, del azul turquesa de las aguas que, poco a poco, le iban cubriendo mientras las fuerzas le abandonaban.

La playa se había interpuesto en su camino. Ningún pensamiento afloraba. De repente, todo se tornó oscuro a su alrededor. Y escuchó la sirena de un barco a lo lejos.

 (Cerdeña, junio 2012)

3.7.12

Punto y seguido


 (Compostela, junio 2012)

Los peregrinos y turistas que, en aquel momento, se encontraban paseando por la plaza entornaban los ojos y destapaban sonrisas. No era muy habitual ver un Mini con latas colgando en la parte trasera, una tranquila mañana de domingo, en la zona más concurrida del pueblo. Dentro del vehículo, una joven pareja, risueña y distendida, se hacía carantoñas entre miradas de complicidad. Aquel instante marcó el inicio del resto de sus vidas