7.8.06

Un arte para ser sentido


Francesc Ruiz no sabía, cuando dibujó su primer cómic, que aquella afición podría sacarle las castañas del fuego en el futuro, que podría subsistir gracias al dibujo, al cómic, a las artes... Tampoco sabía la primera vez que pisó la costa gallega que se enamoraría de ella, y que en su cabeza comenzaría a formarse la idea de llevar a cabo un proyecto, que podría acercarse a la ciudad de A Coruña de forma subjetiva a través del lápiz, y del papel...
Es una persona apacible, tranquila, pero con ganas de comerse el mundo, como cualquier joven. Cree en si mismo y en lo que hace, y le gusta enseñar lo que sabe a los demás, quizá por eso se muestra sorprendido al no ver tanta pasión del otro lado de la balanza. Pero el arte es así. Se ha hecho para ser sentido, no para ser comprendido; por esto, cada vez que se quiere hablar de él con la inteligencia, no hace más que decir necedades. No le faltaba razón a Rémy de Gourmont, escritor y crítico francés y uno de los principales exponentes del simbolismo. Ahora, también hay que decir que fue expulsado de la Bibliotèque Nationale de Paris por su escaso patriotismo en uno de los artículos publicados en Le Mercure de France, diario fundado por él mismo en 1890. Lejos de ser críticos con nadie- quien esté libre de pecado que tire la primera piedra- la frase nos viene al pelo. Sin embargo, hay que asomarse al universo de Ruiz para compartir su interpretación de los espacios urbanos, todos lugares donde habita, para empaparse de su espíritu, de su alma, y luego volcarlo ante el papel en blanco, sin el temor de todo artista al lienzo sin contenido, vacío, porque enseguida lo llena para dotarlo de sentido.

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