30.4.10

Garuda

Garuda era feliz, amaba, reía, aprendía y lloraba también. Aún era pequeño para comprender los grandes males del mundo, pero sabía disfrutar de los sencillos regalos que la vida le brindaba. Sin embargo, sentía que aquellas alegres calles que le protegieron desde que nació ocultaban una verdad desconocida y atrayente. Por eso una mañana aprovechó la oportunidad, y voló hacia el sol con la ilusión de un infante, sin darse cuenta de que el calor de sus rayos derretiría sus alas cual Ícaro inocente.




28.4.10

En las nubes mías


(Comarca do Ulla, Galicia 2010)

Una de las cosas que más me fascina hacer mientras conduzco – o me conducen- es observar las nubes. Varían de color e intensidad dependiendo del momento del día y del paisaje que las rodea. Cuando acaba de llover y comienzan a disiparse, la luz que reaparece entre ellas las vuelve mágicas, definidas, jugando con una amplia gama de matices cromáticos que me absorben durante minutos.

Al finalizar el día, cuando el sol comienza a perderse tras el horizonte, las golosas máculas conforman un coro celestial que le acompañan en el último viaje para crear un marco perfecto de cordura y templanza.

Las nubes construyen formas caprichosas y sorprendentes, y permiten que juegues con la imaginación tratando de diseñar tu propia historia. Algo así como el mismo destino, que va tejiendo rutas aleatorias escondidas tras los meandros de las decisiones tomadas.

(Para mi secreta alma gemela, por descubrirme rincones mágicos)