Al día siguiente, jueves,
nos decantamos por Queens, ya que dicen que tiene el barrio chino más famoso de
NY, incluso por delante del originario, en pleno Manhattan. Al bajar de nuevo
al centro nos movimos esta vez por la zona este de Central Park, con parada
obligada en los museos Metropolitan, uno de los más grande del mundo, y el Guggenheim.
Me hizo ilusión entra en el hotel Carlyle, donde una vez a la semana toca el
clarinete Woody Allen acompañado de su banda. Demasiados escondites exquisitos
con olor a dinero a medida que te acercas a la parte alta de la Quinta Avenida.
La tienda Apple abre esta calle, como no podía ser de otra manera. La
segunda de la ciudad después de la del Soho. Un cubo acristalado coronado por
una sutil manzana te invita a bajar por una escalera que guarda una barandilla
de 3 cm de grosor, de una pieza, perfecta anatomía de la arquitectura moderna.
No tengo comentarios de lo vislumbrado dentro, ya que ni siquiera acabamos los
últimos tramos de escalera. Salimos en dos segundos de aquel sótano insalubre
lleno de forofos de Jobs jugando con sus aparatitos. Incluido un espacio
dedicado al enganche de los más pequeños, para crear monstruos paranoides
tecnológicos desde la más tierna infancia. Para huir al segundo.
Justo al lado, una tienda de juguetes de postín cuyo reclamo es el
piano de la película ‘Big’, protagonizada por Tom Hanks. Dos pasos más allá me
pareció recrear a Audrey Hepburn delante de Tiffany’s. Apenas recuerdo nada más
de todo lo visto después en la Fifth Avenue. Eso sí, era Pascua, y entramos en
una iglesia a escuchar a los reverendos.
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