Salió de casa sin plan
establecido, era temprano y hacía calor, no había dormido bien. En la calle no
asomaba ni un alma. Sólo el canto de algún pájaro extraviado o el borbotar de
las fuentes rompían la calma. Sin darse cuenta, el bosque ya la rodeaba sin
posibilidad de dar marcha atrás, obligándola a caminar mientras hilos de sangre
brotaban entre los dedos de los pies.
Casi sin resuello, pareció
distinguir luz al final de la arboleda. Las raíces y el musgo comenzaron a
mudar de color, se tornaron arena, la brisa revolvió su cabello y el olor a sal
abordó su olfato. El espesor del bosque desapareció poco a poco mientras ante
ella emergía un paisaje de postal.
No tuvo más remedio que abandonarse
a su suerte, dejarse llevar por la magia de las olas, del azul turquesa de las
aguas que, poco a poco, le iban cubriendo mientras las fuerzas le abandonaban.
La playa se había interpuesto en
su camino. Ningún pensamiento afloraba. De repente, todo se tornó oscuro a su
alrededor. Y escuchó la sirena de un barco a lo lejos.
(Cerdeña, junio 2012)
2 comentarios:
quiero creer que la sirena del barco es una luz de esperanza ,porque la verdad ese paisaje tan claro y transparente no se como te puede inspirar esas cosas tan negras.un abrazo
La luz o la oscuridad están dentro de cada uno. Depende de ti aumentar o disminuir la intensidad de la bombilla...
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