He plantado un jardín en mi casa que se alimenta de amistad y una copita de vino tinto.
(Santiago de Compostela, abril 2012)
Se riega con muchos años de amor, enriquecidos por buenos momentos, de risas, de barcos, de montaña, de playa, de cascadas, de pasteles, parrilladas y cumpleaños, de películas, de conciertos, de orquestas, de tiendas, de exámenes, de fotos, de estaciones de bus, de aeropuertos, de viajes, de despedidas y bienvenidas, de emociones, de lágrimas y confesiones.
Mi jardín contiene flores y plantas exóticas, cada cual con una cualidad especial, que han ido cultivando con el paso del tiempo. Algunas son tiernas como la infancia, otras coloridas, como la adolescencia y las que se han ido incorporando en los últimos años, hermanas, sabias y maestras.
Muchas veces me pongo a bailar entre sus ramas, ellas me acompañan, me recogen y mecen, y me dejo llevar, porque aunque el viento sople con fuerza, no me dejarán caer. Sus profundas raíces me sostienen, equilibran y miman, me mantienen enlazada al suelo, para no perder la perspectiva. Por eso agradezco que continúen acompañándome en el transcurrir de los años, frescas y alegres, allí donde haya un pequeño regalo de tierra para poder seguir preservando su esencia.
3 comentarios:
Preciosa la metáfora. Suerte que se puede disfrutar de una amistad que permanece y dura aún con el paso de los años y de las circunstancias, al igual que la familia.
Con estas cosas bonitas que nos dices a las flores, a la fuerza tenemos que crecer bien... desde tu jardín, muchos besos, ahora a repartir entre dos!
Gracias guapas, y la familia sigue creciendo...
Publicar un comentario