Según publicaba hace un par de días El País, las tendencias en arquitectura pasan por concebir los edificios para que el paso del tiempo deje su impronta como parte del proyecto, y me vienen a la cabeza muchas analogías.
El conjunto de templos de Angkor Wat, al norte de Camboya, permaneció escondido y silenciado durante siglos, hasta que los colonos franceses, a finales del XIX, lo redescubrieron y decidieron dotarlo del valor que le correspondía como parte del patrimonio de un pueblo castigado por la pobreza y las guerras. Pero para entonces, la selva se había apropiado de las edificaciones, crecido entre las piedras, adueñado de los templos y caminos, y precisamente eso es lo que hace peculiar la visita al complejo sagrado.
(Camboya 2010)
Sin embargo, lejos del esnobismo de la arquitectura moderna, del paso del tiempo no hay quien nos libre. Las arrugas en las manos ancianas, las canas en los cabellos, lo marchito en las flores, las grietas en la pintura de carrocerías y fachadas, el moho en lo caduco, son evidencias de lo evidente. El musgo y el verdín que se puedan apropiar de las paredes de nuestro cuerpo no serán sino el reflejo de la experiencia que nos hace mirar el mundo desde la calma de la madurez. ¿Por qué sino son de color esperanza?
2 comentarios:
No hay arrugas,vejez,ni deterioro,hay experiencia que se refleja efectivamente en las canas(por eso ¿por que ocultarlas?)en las arrugas,etc.pero ¿y la satisfaccion?,el haber vivido,amado,ayudado a crecer,sonreido...eso es de verdad lo hermoso de haber vivido.Un beso ,
Hola caracola, tienes un poco olvidados a tus lectores... a ver si nos ponemos al día. Besos varios
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