Y entonces apareció, sin decir nada, por el margen derecho de mi libreta, mientras trataba de coger apuntes sobre instalaciones artísticas. Se asomó con curiosidad, mirando todo a su alrededor, tratando de refugiarse del frío que hacía fuera.
Andaba buscando a sus amigos, que jugaban un par de páginas más adelante, pero no lo sabía, ni yo tampoco, simplemente surgieron del lápiz, distrayéndome del objetivo principal por el que había abierto el cuaderno... sin darme cuenta que en el fondo era otro el que perseguía: dar rienda suelta a mi imaginación pueril.